Leí no hace mucho que, a medida que nos hacemos mayores (Anna lo siento), las amistades cobran una enorme importancia. Si además en el camino hemos perdido a seres queridos, aún resultan más relevantes en nuestra vida. No podría estar más de acuerdo.
Para mí un amigo (paso de introducir el femenino cada vez que existe la posibilidad de hacerlo porque me parece una sandez), es esa persona con la que una es una misma sin tener que fingir, cambiar de opinión o actuar de forma poco natural. Un amigo te acepta tal y como eres aunque, de vez en cuando, te recuerde tus áreas de mejora o se ría de alguna de tus neuras.
Un amigo también tiene la suficiente confianza como para decirte cosas que no quieres escuchar pero, sabe o quiere hacerlo desde un lugar donde no ofende ni hiere. Se alegra con tus éxitos, se entristece con tus pérdidas y cuando puede, porque no siempre se puede, te ofrece su ayuda de forma incondicional.
Con un amigo podemos hablar de todo, tener opiniones muy distintas y, aún no estando de acuerdo, argumentar y discutir para terminar con unas risas y, con un poco de suerte, un mayor conocimiento del otro y de uno mismo.
Un amigo sabe que puede pedirte ayuda, que no necesita poner excusas, que entiende cuando estás triste o cuando no te apetece salir, que no siempre hará las cosas como tu esperas pero, en lo que es importante, siempre actuará con nobleza y amor.
Como leí en algún sitio, los amigos son la familia que elegimos y por tanto, cuando alguien nos considera amigos nos está diciendo que le importamos, que nos quiere y eso, amigos, no tiene precio.
60 and Up 