
No pensé que ganaría el Oscar, sobre todo porque a los críticos les suelen gustar las películas enrevesadas que, en muchas ocasiones, solo ellos entienden. Fui a verla con una amiga antes de la entrega de los Oscares y, la verdad, se la recomendé a todo el que quiso escucharme.
La película me pareció de una sensibilidad exquisita, con momentos en los que reír y momentos en los que llorar. No exenta de situaciones que obligadamente te llevan a la reflexión y, aunque el tema ciertamente es manido, no parece que la humanidad haya aprendido mucho al respecto y por tanto, me parece genial que alguien se decida a volver a plantearlo de forma magistral.
Lamento que Vigo Mortensen no se llevara también un Oscar porque su actuación es espectacular. Tengo una amiga que fue al cine, vio la película y solo se enteró de que se trataba del actor después de que le insistí que lo buscara en Google. Tal es su transformación que a ella le costaba creerlo. Por su parte, Mahershala Ali, que se hizo con la estatuilla al mejor actor secundario, se la merecía sin lugar a dudas, que gran pianista, que excelente actor, qué tipo tan increíble.
Esta película te deja con un buen sabor de boca a pesar de que el tema no es precisamente trivial. Presenta el poder de la música para transformarnos y nos demuestra, una vez más, que al margen de dónde vengamos existe en el ser humano una semilla para hacer el bien tan clara como lo contrario. Lamentablemente, la mayoría de lo que se valora hoy en día ensalza más lo negativo que lo positivo, yo elijo quedarme con aquello que me deja una sonrisa en la cara y un corazón ligero. Bastante tengo con leer la prensa para empaparme de negatividad y dramas.