Tiendas, restaurantes, gasolineras, oficinas, vayas donde vayas es probable que te reciban con un entusiasta «good morning» y te despidan con un sonriente «have a nice day». La amabilidad y la atención al cliente, en general, parecen formar parte del ADN del personal que trabaja de cara al público. Da igual la edad, la raza o el aspecto, quien te atiende parecerá, casi siempre, encantado de servirte aunque una vez te haya dado el cambio y el ticket de compra, se olvidará de que existes y pasará a repetir la secuencia con el siguiente cliente.
Personalmente me gusta esa actitud, forma parte de la experiencia de compra. Entrar en una tienda y quedarte con la sensación de que se alegran de verte, es agradable. Ver una sonrisa de oreja a oreja mientras te cobran, también lo es. Que te deseen un buen día cuando te marchas hace que la compra sea más completa. Me da igual si después se olvidan de quién soy. No creo que a nadie le paguen para recordarme.
Hago esta reflexión porque nunca falta alguien que comente frases tan edificantes como «pero son muy falsos» o «repiten las cosas como un robot». Yo me pregunto, cuándo en otros países un camarero te tira el plato sobre la mesa o una dependienta te regala una cara de fastidio nada más verte entrar, probablemente están siendo sinceros y…ese es el problema porque, aunque a una persona que está de cara al público no le pagan para recordarte, si que le pagan para atender amablemente tenga o no ganas de hacerlo. En realidad, la profesionalidad radica en eso, en no sentir ni simpatía, ni necesidad de sonreír pero, hacerlo de todas formas.
¡Feliz jueves!
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