¿Exceso de equipaje? ¿Yo?

Al inicio del viaje mi consuegra y yo nos prometimos no comprar más que lo absolutamente necesario,  es decir, casi nada ella y nada yo.    Con esta loable intención,  adquirimos un billete muy barato en Norewgian, que resultó todavía más barato porque ni cogimos la posibilidad de facturar una maleta, ni sucumbimos al dudoso placer de degustar una comida en el avión.   El peso que puedes llevar en cabina es de 10 Kg.    

Nada más iniciar el viaje pagamos cara (€80) nuestra osadía porque, sin haber comprado absolutamente nada, ambas ya sobrepasábamos el peso reglamentario. Tuvimos que facturar nuestras mochilas.    No nos importó demasiado, estábamos al inicio de la aventura y,  tan contentas de ir a ver a nuestros hijos que…desembolsamos el dinero sin chistar. 

El problema de viajar a USA y conocer esos enormes almacenes (ROSS, MARSHALLS, TJMAXX) en los que todo, absolutamente todo, está a una fracción de su precio,  es que habría que ser casi inhumano para poder resistirse a comprar alguna cosita, aunque solo sea un bote diminuto de crema para las arrugas,  unos calcetines con dedos o una sudadera a muy buen precio.  Así, como ardillas preparándose para el invierno,  cada día que salíamos volvíamos a casa con una bolsa que contenía alguna ganga irresistible. 

A lo anterior hay que añadir la fascinación de mi consuegri por las tiendas de segunda mano.   A mi no me entusiasman pero, curiosamente, siempre acabo comprando alguna pieza. Poca broma, sin ir muy lejos, ayer a última hora me agencié un poncho,  100% cashmere por $4 y, como además había un descuento para los “seniors citizens” acabé pagando $3,50.   Una bayeta para la cocina me cuesta más cara en España.  

La realidad se impone al intentar hacer el equipaje de vuelta y, pretender de forma descabelladamente optimista meter en el mismo equipaje todo lo que traíamos,  más las compras de dos semanas…    Mi nuera nos deja una maleta.    Pagamos por adelantado la facturación de la misma porque, en lugar de €80 nos cuesta $30. Una ganga. 

Para haceros la historia corta,  finalizado el proceso de empaque, la maleta sobre la balanza,  nos pasamos 3Kg.    Mi consuegri, mujer de recursos, sugiere sacar esos tres kilos llenándonos los bolsillos con lo que pesa más,  vistiendo varios sweaters y como a mi,  a última hora se me ocurrió comprar unos libros, colocándonos cada una dos ejemplares, tamaño standard, dentro de los pantalones y sujetándolos en la cintura con una sudadera anudada con varios nudos.   La idea era pasar el control de peso de Norewgian, después ir al lavabo y colocar en el equipaje de mano todo lo que llevábamos encima. 

Para poder llevar a cabo nuestra estrategia fue necesario encerrarse cada una en un baño del aeropuerto, colocarse el exceso de peso entre la ropa e ir a hacer el check-in como si nada.  Ni ella ni yo podíamos doblarnos o movernos con normalidad porque, el único movimiento que los libros nos permitían era el de caminar con las piernas y el torso tiesos.    Cada una tenía que cargar con la mochila y el bolso de mano.  Al ir a presentar los pasaportes a mi se me cayó la mochila y sabía que si me agachaba para cogerla,  empezarían a saltar libros de debajo de mi sudadera y se crearía una situación muy extraña.  Decidí abandonar la mochila en el suelo y dejar que mi compañera de viaje que se ocupara del tema porque,  la niña de la aerolínea me estaba mirando como si tuviera rayos X.   Mi consuegra, como una señorita educada en un colegió inglés, en lugar de agacharse, dobló pudorosamente las rodillas y recogió mi mochila acordándose de todos mis antepasados.    Al llegar al mostrador la chica pesa la maleta y nos dice que tenemos un kilo de más pero, si el equipaje de mano pesa menos de lo estipulado no nos hará pagar el exceso.   Ambas nos miramos con cara inocente intentando no reírnos o comportaros de forma extraña para no levantar sospechas.   Mi consuegra tiene un aspecto algo estrafalario,  su torso se ve perfectamente cuadrado y le salen dos puntas justo debajo de su pecho, tal vez los libros eran algo más grandes de lo que originalmente pensé.    Por suerte yo, como soy bajita, quedo escondida detrás del mostrador y resulta difícil observar el rectángulo rígido que sale por debajo de mis nalgas ya que uno de los libros se ha deslizado poco a poco y no puedo hacer nada para recuperarlo. 

A estas alturas,  yo ya me siento como si estuviera intentando pasar un par de kilos de cocaína y, espero que en cualquier momento algún agente con la bandera americana en su pecho y dos pistolones en las caderas, me tire al suelo y empiece a cachearme.  

Están de suerte, dice la señorita del check-in, no les cobraré el sobre-peso. 

Aliviadas, riéndonos como dos adolescentes después de un botellón, nos vamos a los servicios y, para asombro del resto de las mujeres que allí se encuentran, empezamos a sacar libros, cargadores de teléfono, cosméticos, llaves y todo tipo de artilugios de entre nuestra ropa.    Si volvemos, no podemos volver a hacer esto nos decimos con cara seria.   Ambas sabemos que no será así y,  menos ahora que hemos descubierto como dar el esquinazo al personal de la línea aérea.  

Apenas ha empezado el viaje y yo ya estoy estresada.  

¡Feliz domingo!

PS: En nuestra defensa tengo que decir que al ser casi las primeras en hacer el check-in el personal de la aerolínea aún está fresco haciendo valer las normas.  A medida que pasan las horas ellos también se relajan porque,  puedo aseguraros que más de la mitad del pasaje lleva más de 10 Kg de equipaje de mano.   

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