
Este libro narra la experiencia de la autora, de familia belga e hija de un diplomático. Amélie nace en Japón y estudia en Bélgica. A los 22 regresa a su país de nacimiento y tiene su primera experiencia laboral que, según la crítica, a ratos resulta divertida y a ratos realmente hilarante. Personalmente no la encontré ni una cosa ni la otra.
Todos hemos escuchado o leído sobre las rarezas de los japoneses y su devoción desaforada por las jerarquías y el trabajo así que, el tema central de la novela tiene su gracia. A mi me costó sonreír porque, sinceramente, algunas de las situaciones que describe son tan esperpénticas que cuesta creer que no hay una buena parte de su imaginación de escritora añadiéndole color y exageración a lo que redacta.
La sensación que me quedó al leer este libro fue la de una occidental que de niña idealizó un país oriental, estudió en un país europeo y al regresar se dio de bruces con la realidad japonesa y una cultura diametralmente opuesta a la suya. No dudo que mucho de lo que cuenta es cierto (si bien algo exagerado) pero, sinceramente, si eso es lo único que se lleva de Japón…tiene que seguir viajando y ampliar su visión de lo que implica entender y adaptarse a otras culturas.
Como antídoto a esta lectura os recomiendo alguno de los libros de Banana Yoshimoto. No pinta un Japón de fantasía ni perfecto pero, a través de sus historias nos brinda una sociedad capaz de ser tan absurda como lo que Amélie Nothomb describe pero también llena de sensibilidad, belleza, orgullo y tesón.
A favor del libro he de decir que es corto y que me lo leí de un tirón lo que ya de por sí es una buena recomendación. En ningún momento sentí el deseo de dejarlo pero…la mitad del tiempo mantuve una ceja levantada y la esperanza de que los «momentos que resultan realmente hilarantes» aparecieran por algún sitio. Reconozco que no soy de risa fácil por tanto, no os quedéis solo con esta crítica y buscad alguna más en Google. Alguna vez he ido al cine, la gente se ha desternillado de la risa y yo he salido de la sala rascándome la cabeza e intentando entender exactamente qué es lo que tanta gracia les ha hecho.
Tal vez he de hacérmelo mirar.
¡Feliz viernes!