Esta historia describe la vida del cómico y presentador de radio y televisión alemán, Hape Kerkeling, vista desde el punto de vista de un niño.
Hans Peter, el protagonista, es un gordito algo afeminado, divertido, sin sentido del ridículo y de una gran sensibilidad. Su capacidad para observar las reacciones de los adultos sobrepasa con diferencia la de otros niños de su edad y tiene una habilidad innata para imitar y hacer reír a los demás.
Desde muy pequeño intuye que su madre no es feliz y piensa en todo tipo de actuaciones para hacerla reír. Lamentablemente, con las risas no puede arreglar todo lo que él quisiera y pronto en la vida experimenta lo que es el dolor de varias pérdidas familiares.
Intimista, divertida, melancólica y triste a partes iguales esta película te hace reír, llorar y volver a reír con facilidad. Plagada de personajes que derrochan humanidad y amor pero también defectos y algunos toques de locura, me llevó a reflexionar sobre la importancia de la familia en la etapa de crecimiento de los niños y, ya puestos, en cualquier momento de la vida. Hans Peter no habría sido Hans Peter sin su madre y hermano, abuelos y abuelas, tíos y tías y un sinnúmero de familiares y vecinos que complementan su particular visión del mundo y le proporcionan material para sus coloridas interpretaciones.
Carole Link, la directora dos veces candidata al Oscar, nos regala una historia triste y desgarradora pero que, al hacerlo desde la particular visión de su protagonista, nos recuerda la singular plasticidad de los niños a la hora de superar los traumas, sobre todo cuando están rodeados de amor, risas y recetas favoritas.
Fuimos a ver esta película porque, la verdad, no había mucho más para ver. No nos defraudó, todo lo contrario, salimos del cine entendiendo porqué su directora probablemente algún día se haga con la preciada estatuilla de oro. Sencillamente deliciosa.
¡Feliz jueves!
60 and Up 