Aqua-Gym – ¡Vaya descubrimiento!

El miércoles me desperté muy temprano, no tenía ganas de seguir en la cama así que, como eran las 6:30, decidí ir a nadar un rato. Pensé, ingenuamente, que tendría la oportunidad de hacerlo en silencio y soledad.

Al entrar en el recinto donde está la piscina me recibió una chica ataviada con unas mallas y unas bambas muy coloridas y me preguntó si iba a hacer aqua-gym. «No», le contesté, vengo a nadar. Ella me explicó que a esa hora no se podia nadar porque había una clase de aqua-gym. Quédate, me dijo, te divertirás.

La verdad, no tenía ningunas ganas de quedarme. Imaginé un montón de abuelas, entraditas en kilos y hablando por los codos. No gracias. Pero, me supo mal hacerle un feo y decidí quedarme. Después de todo ya estaba allí, llevaba puesto el bañador y no tenía nada mejor que hacer.

A los pocos minutos llegaron dos señoras, una mayor y otra más jóven, que se colocaron con rapidez en «primera fila». Yo, discretamente, me coloqué en un segundo plano. Fueron las únicas mujeres que participaron en la clase. El resto – unos 25 caballeros – fueron llegando en trios y parejas, haciendo mas ruido que los loros de Barcelona, riéndose y armando jaleo como pocas veces he visto. Gordos, delgados, altos, bajos, con barriga, sin barriga, calvos, con pelo, los había de todas formas y colores y ninguno tenía menos de 50 años.

Una vez estábamos todos colocados en el agua, la profesora tomó el control de la situación con un silbido ensordecedor y, cual oficial de las SS, empezó a gritar instrucciones que los caballeros recibieron con gran entusiasmo.

Pasé de la sorpresa a la alucinación. Estos hombres se sabían todas las rutinas, cantaban todas las canciones, y cuando la profesora empezaba a contar hacia atrás y gritaba !Diez! , ellos, con gran regocijo continuaban a todo pulmón ¡Nueve! ¡Ocho! ¡Siete! ¡Seis! ¡Cinco! ¡Cuatro! ¡Tres! ¡Dos! ¡UNOOOOO! ¡GOOOOO! y vuelta a empezar. Dado que la piscina es cubierta, es difícil describir el jolgorío que se generaba en el recinto cuando gritaban todos a la vez.

Se sabían los raps, los éxitos de Beyonce, las baladas románticas…todas y cada una de las canciones del repertorio. La juerga no terminaba con las canciones, también tenían una rutina para mojarse unos a otros, animar a la profesora a que les dejara repetir algún ejercicio y quejarse lastimosamente cuando nos tocaba tocar la punta del pie con la mano, algo bastante complicado de lograr cuando estás en el agua.

Me cansé más intentado que no me entrara agua en la boca mientras me reía que con las rutinas acuáticas. ¡Que contraste entre estos maduritos y el personal más joven que pulula por el resto de las instalaciones con cara de perdona vidas! Fue todo un descubrimiento participar en esta actividad donde la gente simplemente va a mover el esqueleto y, de paso, a divertirse durante 45 minutos. Salí de la piscina con una sonrisa de oreja a oreja. Ya tengo preparada mi mochila para el próximo miércoles.

Tengo que avisar a mis amigas, ni Tinder, ni Meetic, ni Darlin…los tíos guays están haciendo Aqua-Gym.

¡Feliz sábado!

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