
Que extraño es el tiempo y todavía más extraño es que a medida que pasan los años parece que todo se acelera. Seguro que los de la física cuántica tienen una buena explicación para ello pero, personalmente, se me escapa.
El caso es que hoy me levanto con una sensación extraña. Otro año que está a punto de concluir, otro período de mi vida en el que han ocurrido cosas buenas y no tan buenas y, otra etapa en la que se han quedado algunas cosas por hacer.
Cumplir años me acelera internamente. Tal vez no le pasa a los demás pero a mí me crea una sensación en igual parte esperanzadora y angustiosa. Esperanzadora porque siento que aún tengo mucho por hacer, angustiosa porque intuyo que me faltará tiempo para hacerlo todo. ¡Qué pena! a pesar de sentir que he estado ocupada toda mi vida, hay días en los que sospecho que he perdido el tiempo, que no hice lo que me habría gustado hacer, que ya no seré muchas cosas que podría haber sido.
¡En fin! suena peor de lo que realmente es. En el fondo estoy satisfecha y agradecida de muchas cosas que la vida me ha dado: familia, amigas/os, salud, un país estupendo (si no fuera por sus políticos), trabajo, viajes, comidas maravillosas, libros apasionantes, música que me emociona hasta hacerme llorar y un sinfín de cosas más.
Nos acercamos al final de un año pero, cuál cuaderno que empezamos, el 2020 se presenta con sus páginas blancas listas para recibir todo aquello que queramos escribir en ellas. Yo ya estoy afilando mis lápices. Además, estamos aquí para escribirlas y eso solo ya debería llenarnos de alegría y agradecimiento.
¡Feliz 1 de diciembre!