
La vida que en ocasiones se muestra despiadada, un buen día decide regalarnos algo totalmente inesperado y, ante ese golpe afortunado del destino, quedamos totalmente descolocados, felices y preguntándonos que habremos hecho bien para merecer tan maravilloso premio.
Cuando pensábamos que todo estaba dicho y hecho, cual en una mesa de billar, las bolas empiezan a golpearse unas a otras y, la jugada que parecía imposible, se convierte en algo magistral, digno de ser recordado como un momento que atesoraremos el resto de nuestras vidas. Pase lo que pase, termine o no algún día.
La luz que había desaparecido, repentinamente brilla con mas fuerza que nunca y, a su paso, nos descubre una parte de nosotros mismos que habíamos olvidado o que nunca supimos qué existía. Nos ilumina un camino diferente, lleno de aventuras, proyectos, emociones, sueños y posibilidades. A ratos hemos de pellizcarnos para confirmar que no hemos muerto y estamos en el cielo, por el contrario, ahora estamos más vivos que nunca y el cielo se ha trasladado a lo que, hasta no hace mucho, era un lugar tranquilo, aceptable, predecible y, a ratos, algo triste.
Redescubrir que sentimos con toda la intensidad que es posible experimentar, que soñamos como si volviéramos a tener 15 años, que actuamos y planificamos como si fuéramos a vivir eternamente. ¡Por Dios! ¡Finalmente entiendo a los poetas!
Todo cambia y nada cambia. Seguimos siendo quién éramos antes de que la chispa de lo que todos anhelamos se instale en nuestro corazón y permanezca allí sin ganas de volver a marcharse. Nos sentimos mejores porque, a través de los ojos del otro, descubrimos un yo que no habíamos visto, que habíamos relegado al olvido, que pensábamos se había extraviado entre el dolor y la soledad.
Y ese alguien está ahí, presente, en perpetuo estado de asombro y felicidad, con una sonrisa pegada con Loctite, lanzándonos a la estratosfera con solo una mirada, haciendo que volvamos a sentir que todo es posible en esta vida, que los milagros ocurren, que no hay edad para recuperar las ilusiones, para amar desde lo más profundo de nuestro ser, para recordar y a la vez soñar con aquello que un día nos salvará de la locura.
Si esta vez no me entiendes, no te preocupes. Sigue ahí con esperanza e ilusión que cuando menos lo esperes, lo imposible sucede, lo mágico te atrapa y tu corazón empieza a latir con más fuerza que nunca.
¡Feliz domingo!