
Asentada entre olivos y almendros centenarios hay una casa orgánica hecha con paja, madera, materiales reciclados, arcilla y mucho amor. De colores ocre y crema, de formas sinuosas, inusual, ligeramente descuadrada y con un encanto singular, esta construcción es un canto a la coherencia, a la vida, al arte, a la naturaleza, a la serenidad. Su propietario nos explica que si un día la abandonaran, la naturaleza recuperaría los materiales en unos cinco años sin prácticamente dejar rastro alguno de su actual existencia.
La casa no surgió de forma espontánea sino que es el proyecto de vida de dos personas especiales, muy especiales, que un buen día decidieron que no querían vivir como el resto de la humanidad y, ¡qué alegría!, lo lograron. Según nos cuentan, empezaron viviendo en una furgoneta de color verde brillante que hoy reposa en el jardín y poco a poco, con sus manos, su esfuerzo y pocos medios lograron crear este lugar mágico y lleno de energía positiva en el que hemos tenido el privilegio de pasar un día.
Libros, instrumentos musicales, pequeñas obras de arte, atrapa-sueños, hadas, un colibrí de madera que parece estar volando, chakras de colores, figuras de buda, piedras semi-preciosas, alfombras, cojines, color, textura y forma se confabulan para crear un lugar que se mueve entre lo hippie, lo sagrado y lo Gaudiano.
Lo mejor de la casa…los cuatro duendes que la habitan. Ella, una sabia ancestral atrapada en un flexible cuerpo de yogui, una melena preciosa y una cara que destila bondad, alegría y curiosidad. Él, que se trepa a los árboles para podarlos con mimo, con sus rastas estupendas (si lleváis tiempo leyendo mi blog sabéis que me chiflan las rastas) y una energía especial que protege a sus mujeres mientras les canta cual trovador que ha equivocado el siglo. Una preciosa niña/mujer que parece una princesa salida de un cuento de hadas y una pequeñita que, apenas levantando unos palmos del suelo, reclama jugar al ajedrez.
Mientras trabajábamos hemos disfrutado de las voces y la música de esta pareja que nos han transportado a lugares mágicos, que han transformado la estancia en una fantasía multicolor y han elevado nuestros espíritus a lugares en los que pocas veces logramos aterrizar.
Otra forma de vida es posible, vivir en coherencia es posible, ellos tienen tanto que enseñarnos y sin embargo, su vida transcurre entre la serenidad y el anonimato, entre el esfuerzo y la alegría, entre lo mágico y lo terrenal. Si yo fuese una gran periodista les dedicaría un programa en la hora de mayor audiencia y les diría: enseñadnos un poco de lo que sabéis, compartid algo de lo que sois, asegurémonos que la gente como vosotros se multiplica y poco a poco el mundo empieza a ser un sitio mejor.
¡Feliz martes!