
A veces la vida va y te sorprende de forma agradable en algún aspecto que ni remotamente esperabas ser sorprendida. Me explico. Estoy tan harta de tener que hablar con Siris, Alexas y otras voces grabadas que, lo único que hacen es marearte de una tecla a otra para acabar diciéndote que todas sus líneas están ocupadas y que llames más tarde, que mi experiencia con Amazon fue tan estupenda que tengo que contarla.
Todo empezó mal. Pedí unos libros a final de julio que se suponía llegaban el 4 de agosto, después el 10 y finalmente apareció un sorprendente mensaje que decía algo como «Ooops! lo sentimos, parece que tu paquete se ha perdido.» En contra de Amazon he de decir que me volví loca buscando una solución a mi problema, ninguna de las que ofrecen a través de su página web me fue de ayuda.
Recurrí a Google para encontrar un número de teléfono con el que poder comunicarme y encontré un mensaje en el que explicaban que Amazon, como muchas otras empresas, había eliminado su servicio gratuito de atención al cliente y…espabila como puedas. Esta última parte la he añadido yo porque, aunque no es un mensaje explícito, queda claro qué es lo que quieren decirte.
Como suele suceder en estos casos, media hora después de darle al cursor arriba, abajo, a los lados, delante y detrás…encontré una dirección de email a la que escribí, educadamente y sin dejar entrever mi mayúsculo cabreo, pidiendo ayuda. La verdad, le día a la tecla de enviar pensando que, una vez más, estaba perdiendo el tiempo intentando que alguien se dignara a contestarme.
Y aquí viene la sorpresa. Dos horas después recibí una llamada telefónica de Michael. Le llamo por su nombre porque, lo que empezó como una aséptica llamada para solucionar una queja, se convirtió en una agradable oportunidad para intercambiar información y opiniones con otro ser humano y me dejó con la sensación de que el mundo aún puede salvarse. Podéis reíros, sé que suena irrelevante pero, no lo es. Son los gestos humanos y amables los que nos sacarán del caos en el que nos han metido. La tecnología y el conocimiento sirven de poco si no van acompañados de humanidad, valores y ética.
Michael me atendió con tanta amabilidad que casi se me saltan las lágrimas. Se ofreció a hacerme un rápido reembolso, me proporcionó otras alternativas, especuló sobre lo que podía haber pasado con mi pedido y me invitó a repetirlo. Mientras esperaba a que el sistema cargara información, me entretuvo comentando que el día anterior había visto una película en Netflix que le había emocionado, se interesó por el libro que yo había comprado, ambos comentamos sobre nuestros respectivos países (Colombia y Venezuela/España) y concluyó el proceso con un amable email en el que hizo un resumen sobre toda la transacción. Colgué el teléfono con la sensación de haber sido atendida como merezco y, aunque sé que muchos se quejan de que esta es una empresa que acabará con el pequeño comercio, reforzó mi fidelidad para seguir comprando (algo que hago muy poco) a través de Amazon.
Ya lo he comentado en otras ocasiones, el día está lleno de estas pequeñas interacciones que tienen el poder de inclinar la balanza hacia la esperanza o hacia la desesperación. Últimamente he de hacer un esfuerzo consciente y constante por mantener el equilibrio. Personas como Michael hacen que por unos días la balanza se incline en favor de la humanidad.
¡Feliz jueves!