
Me gusta Leopoldo Abadía porque es una rara avis a la que la fama de su primer libro colocó en el grupo de los escritores que venden sus obras con facilidad y no parece que la fama le haya escalado a la azotea. Leopoldo, que no sé si debería llamarle así porque es un señor bastante mayor que yo, utiliza un lenguaje que llega a todos porque, escribe como seguramente habla. Para mí tiene un gran mérito que este doctor ingeniero industrial y ex profesor del IESE se exprese con sencillez, claridad y candidez. Cuando le leo, tengo la sensación de que estoy estudiando algo que él ha escrito para sus nietos o para alguien cuyas neuronas no gozan de una gran sofisticación y necesita que le expliquen las cosas de forma tal que pueda entenderlas.
No estoy de acuerdo con algunas de las opiniones que expresa pues su criterio me resulta algo inflexible y rígido no obstante, valoro la gracia y la educación con las que presenta sus puntos de vista y deja espacio (aunque a veces ese espacio sea muy pequeño) para que otros digan la suya.
El Dr. Abadía es un espécimen en vías de extinción. Educado, políticamente correcto, cargado de valores y buenas intenciones, todavía cree en la bondad del ser humano y en nuestra capacidad para salir triunfantes del caos en el que estamos metidos. Hace unos años, antes de subir a un avión me compré otro de sus libros : Cómo hacerse mayor sin volverse un gruñón, y me pasé la mitad de vuelo riéndome y la otra mitad reflexionando sobre las verdades tan obvias que expresaba y lo originales y frescas que parecían al ser contrastadas con la realidad empresarial en la que yo vivía sumergida.
Este es un hombre que, a pesar de algunas ideas algo trasnochadas (probablemente tanto como las mías pero yo apunto en otra dirección), sería un asesor ideal para el gobierno de turno, alguien con la mente clara, un lenguaje asequible, conciliador y con mucho sentido común. Por principio no miro la televisión pero, cuando por desgracia me toca tragarme el discurso de alguno de nuestros políticos, me pregunto que hace que estemos tan dormidos como para que gente como Leopoldo se entretenga escribiendo desde San Quirico (su pueblo imaginario) mientras que este país va a la deriva sin rumbo, haciendo aguas y siendo capitaneado por una pandilla aparentemente inagotable de idiotas.
¡Feliz lunes!