Déjame que te explique porqué no llevo mascarilla

Puesto que no podemos ser universales y saber todo lo que hay que saber de todo, deberíamos saber un poco de todo. Pascal.

La frase con que inicio este escrito podría ser una buena introducción a la reflexión para los fundamentalistas de la mascarilla. En su defensa, si es que esto es defendible, podríamos decir que la reiteración machacona y constante del mensaje «es obligatorio el uso de mascarilla…so pena de multa o, en el peor de los casos, muerte», ha debilitado la capacidad de discernir y pensar de forma racional de una inmensa mayoría. Para algunos resulta mucho más fácil obedecer sin cuestionar nada pues eso, no solo les evita hacer el esfuerzo de pensar por ellos mismos sino que, en caso de que algo no salga bien, siempre pueden echarle la culpa a los demás. Estos políticos incompetentes que no saben tomar buenas decisiones…no nos olvidemos de la acertada frase que dice: cada pueblo tiene el gobierno que merece.

Me parece perfecto que cada quien se proteja como mejor le parezca. He observado gente con mascarillas sencillas y tan sobadas que, el problema no está en lo que se respiren de fuera sino en la cantidad de porquería que ya cosechan en su preciado antifaz. Después están los que se las han hecho de tela, con bonitos diseños que, tal y como se han cansado de repetir algunos «expertos» por fuentes ajenas a la televisión, tampoco sirven de mucho porque no tienen un filtro triple A o como quiera que le hayan denominado. Los más fascinantes son aquellos que además de la máscara certificada FFFP2 se encasquetan, cual guerreros de la guerra de las galaxias, la pantalla de plástico transparente que les hace parecer soldadores despistados en busca de su soplete.

Que cada quien se equipe con aquello que le proporciona paz y seguridad no solo me parece bien sino que considero que es un derecho inviolable, lo respeto y, aunque me produce desconcierto esa conducta de rebaño que no parece cuestionarse nada, considero que los que hemos decidido jugar a la ruleta rusa e ir al desnudo, tenemos los mismos derechos y estos deberían ser respetados.

Para empezar, en ningún lugar está demostrado que el ataviarse con un trocito de tela lleno de poros y, ya puestos, tus propios microbios, vaya a protegerte de nada. De hecho, la propia OMS ya ha desmentido en varias ocasiones que el uso de la mascarilla nos proteja de virus o otras alimañas. Por otra parte, tantos argumentos hay en favor del uso de las mascarillas como en contra, por cierto, estos últimos no te preocupes que ni te los comentarán por la TV ni los encontrarás en la prensa. Has de hacer un pequeño esfuerzo e indagar un poco más. Al final, debería ser una decisión personal como todo en esta vida.

Los acérrimos defensores de este simbólico bozal no son conscientes de la violación de derechos fundamentales que los mismos representan o, de la renuncia a ser libres y decidir por si mismos como actuar frente a este circo orquestado por unos pocos para el sometimiento de unos muchos. En una sociedad libre y demócrata cada quien debería decidir como hacer frente a una situación que nos afecta a todos.

Acepto que resulta magistral la forma en que el mensaje para las masas se ha diseñado. Hazles creer que son muy buenos ciudadanos quedándose en casa, colocándose la venda, renunciando a sus derechos y, ya de paso, anímales a que demonicen a quien no lo hace y encima se coloquen a si mismos la etiqueta de «no me siento como si el gobierno me controlara (¿en serio?), me siento como una adulto que contribuye a la sociedad.» Patético.

A los que tanto miedo tenéis al virus y de paso os vais tragando toda la basura que nos enchufan por la tele y la prensa en general, yo os animo a que no os pongáis una mascarilla nada más, poneros tres o cuatro si os apetece y, ya de paso, añadid un poco de cinta aislante a vuestro disfraz de ciudadanos ejemplares pero, por favor, a los que preferimos arriesgar la vida (si es que eso es lo que os parece que sucede cuando no llevamos la mascarilla) a que nos coarten la libertad de decidir como adultos pensantes y autónomos. No necesito que me señales con el dedo si no la llevo puesta, necesito que te ocupes de tus asuntos tal como yo procuro ocuparme de los míos.

¡Feliz confinamiento! una vez más…

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